Durante estos años que han pasado desde que abrí mi consulta de ginecología, tengo la posibilidad de trabajar más despacio, dedicando el tiempo necesario a cada paciente, y he observado y aprendido lo importante que es para las personas saber qué es exactamente lo que les pasa con todo detalle.
Conversación muy frecuente en una consulta de ginecología:
– Doctora, el otro día después de hacer pis me limpié y había una gotita de sangre en el papel. No me tocaba la regla, no sé si es de la episiotomía (que aunque parí hace 3 meses, me molesta con las relaciones) o si es del ano (pues tengo hemorroides) o de la vagina o del mismo pis…
– A ver, ¿te miraste bien para ver mejor de dónde salía?
– ¡Nooo, qué miedo! Por eso vengo aquí, para que me veas tú que eres la que sabes.
– Vamos a ver, ¿miedo de mirarte los genitales en un espejo? Si hubieras notado un sangrado en la axila, ¿qué hubieras hecho?
– Bueno, sí, mirarme bien esa zona.
– Pues tus genitales son otra zona más de tu cuerpo… bla, bla, bla.
Más adelante, en la exploración de esta misma paciente, si no hay sangrado en ese momento, si veo todo el aparato genital íntegro, que no hay nada en la vagina, ni en el cérvix, ni en el endometrio (pólipos, miomas…) que justifiquen ese sangrado… todo queda en un: «bueno, pues habrá sido algo sin importancia que ha cedido sin más, no sabemos de dónde sangraste, en este momento no veo patología ginecológica alguna, si te pasara otra vez mírate bien y volvemos a valorarlo si es necesario».
Con este sencillo ejemplo, se pone de manifiesto que si esta paciente hubiera cogido un espejo y se hubiese mirado bien, podría haber visto ella misma de dónde sangra y probablemente eso la habría tranquilizado.
Por supuesto, no va a poder distinguir si ese sangrado viene del cérvix o de la cavidad uterina, pero sí podría distinguir por ejemplo si este sangrado sale de la vagina o de la cicatriz de la episiotomía, o de alguna pequeña herida de la piel de la vulva, o del ano (tan fácil como mirarse bien en un espejo en ese momento). Para distinguir si procede de la vagina o si es del tracto urinario, es tan sencillo como mirarse si en la vagina hay restos de sangre, a veces se ve a simple vista en un espejo abriendo bien los labios, otras veces basta con introducir un bastoncillo (por ejemplo) en la vagina y ver si sale manchado; si es así ya sabemos que el sangrado es de origen ginecológico, si sale limpio y observamos que es claramente la orina la que sale con sangre ya sabemos que el sangrado es de origen urológico (tracto urinario).
He contado un ejemplo con un caso típico de un sangrado, pero también acuden a consulta otras pacientes que se han notado «algo ahí» y que tienen miedo de que sea «algo malo», y resulta que lo que se han tocado es una carúncula del himen un poco más pronunciada o los pliegues de la vagina o la textura del cérvix… Es decir, que han notado partes totalmente normales de su anatomía normal. Y en no pocas ocasiones, ni siquiera es la paciente, sino que es la pareja la que dice que le ha notado ese «algo» y por tanto viene muy preocupada a la consulta a ver qué le pasa.
También hay pacientes muy angustiadas porque no saben si se han dejado un tampón o porque tienen un preservativo atrapado y les da miedo extraerlo. Si supieran que después de la vagina viene el cuello del útero (o cérvix) y que éste está abierto menos de un milímetro, a lo mejor no tendrían reparos para introducir sus dedos y buscar el preservativo perdido sin miedo.
Siempre les digo: ¿por qué este miedo a tu propia anatomía? ¿Por qué actuar de manera diferente a cuando te pasa lo mismo en cualquier otra parte del cuerpo? ¿Por qué esta incapacidad o rechazo cuando pasa cualquier cosa en este área?
“¿Por qué este miedo a tu propia anatomía? ¿Por qué actuar de manera diferente a cuando te pasa lo mismo en cualquier otra parte del cuerpo?”
Por qué es bueno autoconocerse.
- Porque, por ejemplo, si sangras (como el ejemplo de este post), conocer en qué parte viste ese sangrado es información que nos permite a los médicos orientar las pruebas pertinentes (si es que son necesarias). A lo mejor no consigues saber exactamente de dónde sangraste, pero por lo menos inténtalo, puede ser que resulte más fácil de lo que crees.
- Porque te evitarías tener que ir a una consulta solamente para extraer algo de dentro de tu vagina, lo puedes hacer tú misma.
- Porque te ahorrarías miedos, preocupaciones excesivas o malos ratos innecesarios.
- Pero sobre todo, lo más importante: porque tu cuerpo es tuyo, te pertenece y está fenomenal conocerlo bien, sin miedos, sin barreras, porque tus genitales también son parte de tu anatomía.
- Porque, además, los genitales son una parte importante para el placer sexual y no te puedes perder conocerte a ti misma, sin limitaciones ni tabúes.
- Porque no tiene mucho sentido que tu pareja conozca tu cuerpo mejor que tú.
- Porque si no te conoces bien, es como si no te perteneciera esta parte de tu anatomía, es como si fuera «propiedad» de tu pareja o del ginecólogo en cuanto crees que algo no funciona bien por miedos infundados, o de lo que nuestra sociedad hiperconsumista quiere que sea (ya lo expliqué en el post ‘Vulvas ¿prêt-à-porter?’)
- Porque el conocerte y estar conectada a tu anatomía completa te da capacidad y seguridad para decidir en situaciones en las que hay algún problema ginecológico u obstétrico en el que se contemplan varias opciones. Por ejemplo: situaciones o patologías en que se contempla la posibilidad de tratamiento expectante (un ejemplo: el seguimiento ecográfico) o intervencionista (un ejemplo: la cirugía). Que puedas ser partícipe de las decisiones que se toman sobre tu cuerpo en situaciones de posible enfermedad te da poder sobre tu cuerpo, en definitiva, sobre ti misma; obviamente, siempre informándote bien de las opciones posibles y de los pros y contras de cada opción.
Considero que la medicina paternalista (médico ordena y paciente acata las órdenes sin cuestionar nada) tiene los días contados.
Durante estos años que han pasado desde que abrí mis consultas, donde tengo la posibilidad de trabajar más despacio, dedicando el tiempo necesario a cada paciente, he observado y aprendido lo importante que es para las personas saber qué es exactamente lo que les pasa con todo detalle.
Hay muchas pacientes que, cuando vienen a consulta para una segunda opinión, en muchas ocasiones mi opinión o diagnóstico es el mismo que ya le han dado previamente, pero el hecho de poder explicarles bien qué es lo que les sucede, cómo es el proceso, los posibles tratamientos y/o abordajes, resolver todas sus dudas una por una… Todo esto les hace verse a sí mismas con otros ojos, con otra tranquilidad, con mayor seguridad sobre sí mismas. He comprobado que no hay nada peor que desconocer qué te sucede, este desconocimiento hace percibir a las personas muchísima más gravedad de la que realmente existe.
Cuando conoces bien lo que realmente te sucede, esto en sí mismo es ya muy sanador, porque además de percibir más control y más capacidad para decidir sobre tu cuerpo, curiosamente, te percibes también menos enferma que cuando no entendías nada de lo que te sucedía.
En mi opinión, todos los procesos que tienen que ver con la esfera genital y sexual femenina tienen un plus de sufrimiento innecesario, originado por los tabúes en el inconsciente colectivo, fruto de tantos años de cultura patriarcal.
Por tanto, una vez más repito la frase que creo, resume todo lo que he intentado explicar en este post:
«Cuanto más conscientes seamos de nuestro cuerpo y más nos autoconozcamos por encima de las barreras y tabúes socio-culturales, menos ‘pseudoenfermedades’ tendremos».
Si tienes dudas de salud relacionadas con ginecología, embarazo, sexualidad, etc., te recuerdo que pongo a tu disposición mi servicio de Consultas Online. Te atenderé de forma totalmente personalizada, sin que tengas que desplazarte, para resolver todas tus dudas.
Dra. Miriam Al Adib Mendiri.
Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Extremadura.
Especialista en Ginecología y Obstetricia.
Colegiada Nº 06/5634